La mirada interpuesta

La mirada interpuesta

Federico Valenciano

Estamos ante una galería de retratos muy singular y extraordinariamente atípica porque si habitualmente en la obra de arte confluyen dos miradas, la del autor y la del espectador, la peculiaridad de este caso radica en la intervención de un segundo autor, el fotógrafo, cuya mirada se interpone entre aquellas dos, reobrando sobre lo que parecía acabado.

Esta mirada de Luis Plana no tiene nada de inocente: muy al contrario, está cargada de la intención, de la sensibilidad y de la curiosidad del retratista y sabe descubrir los rasgos escondidos de la personalidad íntima de los retratados, signos que no siempre podía hacer patentes el escultor arcaico, a menudo más atento a construir la figura típica y genérica característica de la función social del personaje.

Aquí el fotógrafo indaga en las rigideces, en los hieratismos de las esculturas originales y, poniendo el acento  en un gesto facial, en un rictus, en una sombra o en un contraste, adivina y saca a la luz las señales más humanas de la individualidad.

Es esta mirada interpuesta la que, en su personal recreación de las esculturas milenarias, las redime de su impasibilidad petrificada y, atravesando el tiempo, nos trae a los retratados (etimológicamente retratar es traer al ausente) y nos los hace presentes, hechos carne emocionada y emocionante.

 

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