Paisajes Humanos

Paisajes humanos

Graça Ramos

La serie de imágenes presentadas por Cláudio Versiani en Paisajes humanos, provoca la pregunta y hace aflorar el deseo de saber si acaso el fotógrafo sería un escenificador. Poseedor de un motivo, él encuadra escenas de lo cotidiano, pero su mirada las dota de una apariencia de ilusión. En el juego de contrastes establecido entre el paisaje real y la manera como está enfocada la presencia de hombres y mujeres, el conjunto compone un discurso sobre la soledad.

No se habla aquí de situaciones orquestadas, sino de un ojo entrenado para  percibir las tramas de la composición de la realidad y, con sensibilidad, saber destacar lo esencial. Sustancia que aparece para el espectador con cualidades oníricas, observaciones sutiles capaces de despertar motivaciones en el imaginario de quién sabe ver. Escenas recogidas en el instante, poéticamente exuberantes, que demuestran una fuerte dosis de implicación afectiva en la construcción de la estrategia narrativa que guía el proyecto de los paisajes humanos.

Reportero gráfico por profesión, fabulador imaginativo por excelencia, Versiani pertenece al universo de los que les gusta explorar el mundo en sus contrapuntos. Las ocho fotografías seleccionadas para la exposición en la Galeria Paradigmas, de Barcelona, plasman momentos tomados en flagrante en grandes ciudades norteamericanas, Chicago y Nueva York, en Lisboa, y en las pequeñas localidades portuguesas de Óbidos y Monsaraz, además de Brasilia, la capital de su país. Y es él quién explica lo que le mueve en la búsqueda de esas imágenes de carácter dramático: “existe una busca para mostrar el tamaño real del ser humano en relación con el planeta tierra”.

Autor de un blog sobre fotografías (www.claudioversiani.com.br), el recogía hace tiempo situaciones que apuntaban hacia la condición solitaria del ser humano en el mundo. Pero, cuando empezó a preparar las imágenes para colgarlas en Internet, se dio cuenta del conjunto que formaban. A partir de ahí pasó a mirar con más atención hacia esos paisajes móviles que somos nosotros en medio de las ciudades y, más raramente, sumergidos en la naturaleza. Sí, porque el fotógrafo-artista tiene especial predilección por los temas urbanos, influencia, tal vez, de la admiración que tiene por Lewis Hines y Eugene Smith, maestros de la fotografía documental de carácter humanístico.

Desde joven, a Versiani le gusta fotografiar gentes. Su pasión por el oficio de retratar personas lo llevó a crear la deliciosa serie Me gusta Barcelona. Salía por las Ramblas con una moldura pintada en los colores rojo y amarillo y pedía a los transeúntes que la pusieran delante de las caras y posasen para un retrato. El resultado quedó en cuadros-vivos (tableau photography), incluidos en la arquitectura urbana, cargados de enorme vivacidad, aunque no siempre fuese ese el sentimiento de algunos entes enmoldurados. Instantáneas premeditadas en homenaje a la ciudad que en los últimos años acogió a ese viajante desplazado entre dos mundos.

Ahora, en Paisajes humanos, él redujo la paleta de colores y cambió el modo de aprehensión del objeto. Construida en la dualidad contrastante del blanco y el negro, la serie evidencia características de la fotografía periodística, como el acaso, la imprevisibilidad y la capacidad documental. Pero la forma como el fotógrafo recorta el momento, como encuadra la escena,  organiza el ángulo y las condiciones en que capta y estructura la absorción de la luz, aproximan tales imágenes del trabajo de arte. Una obra estética basada en la economía de los medios que nos lleva a indagar sobre las tensiones entre el hombre y el mundo.

En la ambigüedad tierna con que proyecta los claroscuros, Versiani resalta los volúmenes de los cuerpos humanos incluso en imágenes como aquella en que personas pasean por encima del mapa mundi. Situación en que, normalmente, tenderían a desaparecer ante la fuerza y el tamaño del diseño impreso en el suelo y la distancia con que el objetivo fue activado. La luz está colocada en perspectiva con el fin de destacar al ser humano en su relación con el ambiente, finalidad definidora del proyecto desarrollado hace cinco años por el fotógrafo.

Paseando los ojos por los Paisajes humanos me pregunto si hay en ellos algún truco estratégico relacionado con el color. Los veo en blanco y negro y los imagino coloridos. El significado de una foto, de una obra de arte, sabemos, que depende de las inversiones hechas por nuestra capacidad imaginativa. Y esas fotos, tan contrastantes en llenos y vacíos, incitan a la proyección de narrativas cromáticas.

Habiendo empezado a fotografiar al final de los años 1970, siempre usando cromo y diapositivas, Versiani responde que las escenas son registradas en color pero pensadas en b&n. Únicamente al trabajar las imágenes para  publicación, casi siempre realizadas con una Nikon D700, decidió transformarlas en blanco y negro.

Usar el recurso del color podría producir un desvío inesperado en la acepción del fotógrafo. “En ese tipo de foto”, nos explica, “el color sería distracción”. Los matices del lenguaje colorido eventualmente alejan los escenarios encuadrados de la realidad percibida por el ojo de quien los capturó.  En el caso de la serie analizada, hecha la conversión pictórica, se hacen pequeños ajustes en la luz y en el contraste, en proceso parecido con el que se hacía en los tradicionales laboratorios de fotografía analógica. Una idea orienta al fotógrafo, la de dejar el material lo más cercano posible de aquello que el cerebro “entrenado para ver los paisajes humanos” vio.

Ante la presunción de que la mente busca esas escenas de soledad y la mirada busca el mejor ángulo para retratarlas, la pregunta inicial resurge, con énfasis ¿Será el fotógrafo, incluso en carácter documental, un ‘escenificador’ [1]? En el caso de Claudio Versiani, en Paisajes humanos, sí. Las artimañas a que recurre ponen en evidencia estrategias y caminos recorridos por el fotógrafo para componer una teatralización de la soledad inherente a la existencia humana.

Graça Ramos es doctora en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona.

[1] La idea del fotógrafo como escenificador viene prestada de François Soulages, Estética da Fotografíia – perda e permanência, São Paulo, Senac, 2010

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